
La fuerza de los parajes hurdanos adquiere su máxima expresión cuando se descubre el valor y el tesón de personas que, como Rosario Martín Domínguez, hicieron frente a la adversidad y las ausencias. Ella ha sido testigo del rigor extremo en tiempos duros. Por eso formó parte del libro Las Hurdes, Tierra de Mujeres, un retablo de personas admirables en momentos muy adversos y, sin embargo, también dichosos.
Ella ha sido un ejemplo de la capacidad de resistencia de aquellas generaciones. Cuando su memoria ya se nublaba, se esforzó, junto a una de sus hijas, en recuperar algunos recuerdos de su propia vida. Entonces quiso compartir con una sonrisa lo mucho que le gustaban los carnavales. Fue un relato emocionante.
Rosario nació en El Gasco, donde vivió sus 90 años.
La asociación AlmaHurdes quiere compartir con todos sus allegados la pena que provoca su despedida. Rosario nos seguirá emocionando.
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Estos testimonios sirven para entender lo que ha sido su vida. Recuerdos para no olvidarla.
Solo pudo ir a la escuela tres días en toda su vida. Al maestro se le cayó una campana encima y le rompió las piernas. No aprendió a leer ni a escribir.
Algunas veces iba al carbón y, a diario, a los huertos: los repollos, las castañas, las verduras, los huevos de las gallinas sueltas por las calles…
Se casó con la ropa que le prestó una señora y con unas zapatillas de tela. Luego se fue a vivir donde sus padres.
Tuvo que trabajar en la casa y en el campo con las cabras y el huerto, regando. Con su marido iba a la vendimia y a la siega, a Castilla, y lo mismo se pasaban allí un mes o mes y medio, mientras las dos hijas mayores se quedaban al cuidado de la pequeña.
En la guerra murieron cuatro hombres del pueblo. Uno de ellos, era un tío suyo.
Para explicar la dureza de aquellos tiempos algunas personas iban a ayudar a su madre a las aceitunas, para así comer lo que se les daba durante la faena.