
«Quien una vez vio aquello, sobre todo el barranco central, el que va del Gasco a Nuñomoral, pasando por Fragosa, uno nunca más podrá olvidarse de ello. ¡Qué tarde aquella en que después de habernos bañado en el clarísimo río, entre peñascos –lo que ahí falta es tierra–, al pie de Fragosa nos rodearon los misérrimos fragosanos al husmo de escurrajadas de nuestra merienda, pero también para preguntarnos por el mundo! Y eso que hay quienes salen a él».
«Alguien ha sostenido que el llamado problema de las Hurdes no tiene otra solución que despoblarlas, dándoles a sus actuales cultivadores tierra –no pedregales escuetos– en otra parte. Pero habría que dársela en propiedad y no en colonia. ¿Y por qué a otros no?»
«Lo que retiene a los hurdanos en sus fragosidades es el instinto de la propiedad. Aquellos huertos trágicos los han hecho ellos contigo; aquella solemne pobreza es obra suya. Es la majestad de la indiferencia. ¡Y luego aquella soledad!»
Publicado en El Liberal el 27 de junio de 1922. Recogido en la revista Alcántara 31–32.