
«Las Hurdes Altas, desde Riomalo de Arriba a Las Mestas, es, en conjunto, lo menos malo de toda la región hurdana. Las parras que sombrean de un lado a otro la callejuela principal de Riomalo, al despedazar la luz que en ella entra, como que la visten de un abigarrado traje. Al salir del pueblecillo, sus habitantes casi todos habíanse congregado a vernos marchar. «¿Qué serán? ¿Los del camino? ¿Ingenieros? ¿Acaso algunos que vuelven de América?».
«Junto al río, entre las piedras, la moza que estaba a macerar el lino, se lavaba las ágiles piernas. Y era un espectáculo de paz y de sosiego. Una moza esbelta, firme como un arbolillo silvestre que no conoce la poda. Me acordaba de Rousseau y de sus teorías, tan en boga en un tiempo, sobre el estado de naturaleza».
Miguel de Unamuno viajó a Las Hurdes entre el 2 y el 5 de agosto de 1913. Le acompañaron M. Jacques Chevalier, profesor del Liceo de Lyón, y M. Maurice Legendre, profundo conocedor Las Hurdes. Tuvieron como guía al tío Ignacio, de La Alberca. Unamuno publicó el relato de aquel viaje en Los Lunes de El Imparcial entre agosto y septiembre de aquel año.