
«Si en todas partes los hombres son hijos de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija de los hombres».
«Las Hurdes o Jurdes tienen de antaño el prestigio de una leyenda, y cuantos van a ellas van, dense o no clara cuenta de ello, o a corroborar y aun exagerar la tal leyenda o a rectificarla. Y no creo haber estado libre de este sentimiento».
«Porque ved por qué esos pobres heroicos hurdanos se apegan a su tierra: porque es «suya». Es suya en propiedad; casi todos son propietarios. Cada cual tiene lo suyo: cuatro olivos, dos cepas de vid, un huertecillo como un pañuelo moquero (y no es que usen de estos últimos). Y prefieren mal vivir, penar, arrastrar una miserable existencia en lo que es suyo, antes que bandearse más a sus anchas teniendo que depender de un amo y pagar una renta. Y luego es suya la tierra porque la han hecho ellos, es su tierra hija, una tierra de cultivo que han arrancado, entre sudores heroicos, a las garras de la madrastra naturaleza. Ellos la han hecho, cada uno la suya, apoyando un olivo, construyendo un bancal para una cepa, rehaciendo la cerca que destrozó la avenida de aguas o el jabalí».
(Unamuno dejó estas frases en Andanzas y visiones españolas, 1922, pag. 107)