
ADIÓS A LAS HURDES
«Casar de Palomero es un pueblo blanco y grande, con calles largas y empedradas, torres de Iglesias, molinos, comercios y tabernas. Hay carros, bestias de labor, viejos camiones manchados de harina. También, como en La Alberca, se ven túnicas blancas domínicos. Un convento de frailes se alza a espaldas del pueblo, junto a un polvoriento olivar. Por la calle Mayor llegan los viajeros a una plaza con soportales. Casi todas las casas de la plaza están dadas de cal, brillantes de luz. En las escalinatas de la plaza que suben hacia los portales hay gentes sentadas, mozos que fuman y mujeres cosiendo».
(…)
«Armando y Antonio tienen la impresión de haber salido de Las Hurdes de repente para encontrarse en un pueblo casi olvidado, donde los hombres esperan un milagro. Los viajeros se dicen que recordarán por bastante tiempo las alquerías hurdanas, ese pueblo pastor, esas gentes que construyeron poblados, que hicieron la tierra subiendo la montaña arriba, peldaño a peldaño; esos hombres, jardineros de habichuelas o castaños, dueños de dos o tres olivos, de macetas donde cultivar para un pan».
Armando López Salinas y Antonio Ferres. Caminando por las Hurdes. Seix Barral 1960. Pág. 185/188.

