Salinas y Ferres (29)

PINOFRANQUEADO

«Hay sólo una hora de camino. Pinofranqueado está a cinco kilómetros. Árboles más altos que los de los otros valles bordean la carretera, algunas huertas, manzanos, y el primer carro con que los viajeros se tropiezan desde que entraron a Las Hurdes. El carro, tirado por dos lunas trotonas, va guiado por un chico que alegra el paso de los animales con su cante.

«Entre la peña del Molde y el Mogote Chozas pasa la carretera por la Portilla de las Ánimas. Poco más allá, a la derecha, queda el caserío de Masegat. Los viajeros no se detienen hasta llegar a las labrantías que hay delante del pueblo de Pinofranqueado. Por bajo de la carretera queda un puente y un vado del río Los Angeles que llaman, como otros de por esta tierra, el vado Morisco. Las aguas, poco profundas, reflejan la tarde, y, en lo hondo, porque son aguas claras, se ven las piedras redondas».

(…)

En la plaza está el ayuntamiento que es una una edificación pequeña con balcón corrido y una torre baja con espadaña, donde anida una cigüeña. Y también la iglesia de Nuestra Señora de la Encina, un viejo templo con dos campanas, que al decir del cura fue construido allá por mil setecientos. A los pies de un crucificado han puesto dos pajaritas de papel».

 

Próxima etapa

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Armando López Salinas y Antonio Ferres. Caminando por las Hurdes. Seix Barral 1960. Pág. 177.

Fotografía del libro "Caminando por Las Hurdes"


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