ASEGUR
«El Asegur es una alquería junto a un puente y un castañar. Sólo treinta apretadas casas, tan oscuras como los canchales y los troncos mojados de los árboles que las rodean. Detenidos en el puente, los viajeros pasan un rato mirando el pueblo. Armando se apoya en un poste donde hay una oxidada caja metálica que es el buzón de correos.
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«Junto a los primeros troncos del castañar se alzan las casas más próximas. En una puerta una muchacha sentada, vestida de traje rojo y pañuelo negro a la cabeza, peina a una niña. A su lado, otra pequeña come un trozo de calabaza. Un chiquillo con tos ferina se desgañita tosiendo. Una vieja se asoma a un ventanuco y la regaña.
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«Los viajeros cruzan el puente. Unos metros más allá algunos hombres están construyendo una casa grande, distinta A todas las del pueblo. Sobre el río también hay un puente en construcción. Ya están de pie dos pilares construidos con piedras de sillería y cantos rodados, cruzados por un tronco de castaño. En la orilla en que se siente el pueblo, todas las casas negras, miserables, sea apiñan y, solo, en el centro, una casa aparece enlucida y blanca. Tiene un balcón corrido y en la fachada hay dibujos de extraños animales y un gallo de patas finas pintado de color azul.
«Ahora, el Hurdano queda a la derecha del camino que desciende suavemente hasta llegar a un nuevo puente».
Armando López Salinas y Antonio Ferres. Caminando por las Hurdes. Seix Barral 1960. Pág. 129-131.
