
Ha visto a la muerte muy de cerca y eso la obligó a penar, pero también a vivir. Su padre se casó en segundas nupcias, cuando ya tenía dos hijos. Luego, con la madre de Mercedes Gordo Hernández (6 de febrero de 1937), tuvo otros ocho; murieron cuatro.
Mercedes aprendió a conducir a los 45 años. Impulsada por el motor de un marido al que quiso mucho, condujo de una ocupación a otra con más atrevimiento que frenos. Y le fue bien, aunque su relato preste más atención al éxito que al esfuerzo que lo originó. Es su mundo y sus recuerdos, de los que ahora disfruta.
De su vida recuerda:
- “Mi padre se quedó viudo con dos hijas. Luego, con mi madre, tuvo ocho, pero murieron cuatro. Sólo el último fue niño. Le llamaron Bienvenido”.
- “Traían cosas de contrabando por las noches y, como no veían, mi padre se agarraba al rabo del mulo, porque él sí sabía por donde tenía que ir”.
- “Todas las madres se sentaban a ver bailar a sus hijas y a vigilar que no se arrimasen mucho”.
- “Me casé a los 21 años. Fueron ocho días de boda. No se acababa la carne ni la música”.
- “A los 45 años me saqué el carné de conducir y aún lo tengo renovado”.
- “Cuando se murió el curandero se murió el pueblo, porque la gente que venía a verlo compraba en las tiendas y en las casas que vendían fruta”.
Ver. Las Hurdes, tierra de mujeres. Páginas 274 a 283. Publicado por la asociación cultural AlmaHurdes.