La Plaza de La Huerta

La Plaza de La Huerta ha sido testigo del transcurso de los últimos cien años en esa alquería hurdana. En su libro Zacarías, un arriero en Las Hurdes, Francisco Barbero, la humanizó y le dio voz para que ella narrara todo lo que había visto en ese período. Un espacio singular que se convertido así en un lugar simbólico de toda la comarca e incluso de lo que ahora se llama la España vacía.

Estos son algunos párrafos del capítulo dedicado a la Plaza de La Huerta:

«La plaza está triste y sola, sueña y añora los tiempos pasaos, rodeá de casas llenas de vida, donde la chiquillería con la morra agachá jugaba a titiritales, y el suelo terrizo, donde los mozos apostaban al truque y los niños hacían boches para jugar al guas con bolas de moragallas».

(La plaza) «Añora el paso de los arrieros al abrigo de la noche, a las mujeres que en verano iban con los faroles a regar, a los chiquillos que salían de la escuela con las calzonas remendás, a las manás de cabras con sus chivarros, a los mulos con sus cargas, al cacareo de las gallinas y al maullar de los gatos en celo».

«He visto enamorarse a muchas parejas. He visto caras largas y muchas calabazas: que si sí o que si no, y fue que si no. He oído conversaciones que no se deben desvelar y me he emocionado con el llanto de una madre al abrazar a su hijo después de tres años de guerra».

«Añoro las primeras bicicletas, la motocicleta colorá del carnicero con sus aguaderas de goma negras y dos chivos berreando en cada lao y con la cabeza asomá; y el primer Citroën 2caballos. que llegó cargado de peces pregonando: ‘¡Haaaay peces!’. Y los emigrantes cargados de maletas de madera para no volver, las puertas pechás y los tejaos sin recorrer».

 

Francisco Barbero. Zacarías, un arriero en Las Hurdes (Catálogo AlmaHurdes 2022). Páginas 187 – 190



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