“Si la mujer es esencialmente el respaldo del marido y tiene que identificarse plenamente con él, conserva todavía un estatus particular en relación a la propiedad.
«Si, según la idea que se tiene habitualmente de la autoridad del hombre en las culturas mediterráneas, es el varón el que administra el patrimonio y realiza las ventas, curiosamente es normal encontrar en las Hurdes, y no solamente allí, el hecho de que la mujer participe personalmente en estas ventas, cuando el bien de lo que se trata procede de su propia familia. Esto significa que la mujer hurdana tiene total libertad, en el más amplio sentido de la palabra, aunque esta realidad haya espantado a curas, médicos y transeúntes. No se trata de una mujer a la que los hombres encierran en casa sino de un ser que trabaja, produce y al que se le reconoce independencia tanto antes como después de la boda”.
(…) “La familia hurdana se concibe como una unidad de producción y en lo relativo a la pareja el amor de los primeros años puede dejar paso a una estrategia en la que las relaciones matrimoniales tienen menor importancia que la voluntad de aumentar el patrimonio familiar llegando a la pareja a dejar de convivir en ocasiones sin que por ello se deshaga la unidad socioeconómica familiar».
(Maurizio Catani. La invención de Las Hurdes II. Cuadernos populares. Editora Regional de Extremadura. Pág. 37).
Otras reflexiones de Maurizio Catani sobre Las Hurdes.