
“Aconsejamos al viajero que por primera vez emprenda esta expedición y quiera formarse una idea general de la comarca, lleve a cabo antes que nada la ascensión a la Peña de Francia.
“Quedará atónito seguramente ante el espectáculo tan grandioso como inesperado que al primer golpe de vista descubran sus miradas. Desde lo alto de ese observatorio (…) verá las faldas de las montañas inclinarse con suavidad hacia la planicie de Castilla, al Este; verá cuál se suceden los montes unos a otros como las olas del Océano, limitando amenos valles y verdes colinas donde se ocultan los hermosos pueblos de la serranía de Francia: al sur y al oeste divisará un verdadero caos: ásperas crestas oscuras y profundas gargantas, eléctricos valles confundidos hasta el horizonte.
«Considerando la sorpresa y emoción legítima que se apoderan del viajero, aún de aquel que por razón de sus expediciones a las más elevadas montañas de otros países se haya acostumbrado a espectáculos de esa clase, se concibe cuál fuera la onda perturbación que trastornara la mente de aquellos dos amantes de la casa de Alba que, según cuenta la leyenda, huyendo lejos de la morada de su amo y señor, ansiosos de ocultar su loca pasión, llegaron súbitamente a lo alto de esas peñas, y desde allí, trémulos de terror, divisaron esa región revuelta en las tinieblas que les pareció nuevo y desconocido mundo”.
Citado por Maurizio Catani. La invención de Las Hurdes I. Cuadernos populares. Editora Regional de Extremadura. Pág. 12).