
Felicidad Martín de Cáceres (10 de noviembre de 1951) contó con oportunidades que otras no disfrutaron, pero ha tenido que afrontar dificultades y lágrimas. Prefiere sentirse insatisfecha a sumirse en la comodidad o la rutina. Empezó la vida de prestado y tuvo que empeñarse antes de alcanzar una situación acomodada. Recuerda el pasado, pero piensa en el futuro. Y se siente profundamente hurdana. Por ello ha abanderado iniciativas y actividades de las que disfrutan, sobre todo, sus convecinas.
De su vida recuerda:
- “En casa no había escasez. Mis padres eran muy emprendedores, como adelantados a su tiempo”.
- “Algunos vecinos de las alquerías se quedaban a dormir en nuestro bar. Tendían una manta y descansaban en la albarda del mulo”.
- “A los 13 años me volví del colegio de monjas donde estaba, en Valencia, sin que mis padres supieran nada”.
- “A veces, a mi padre le requisaban las telas que tenía en casa. Mi madre escondía los pipos, las alubias o los chíchares”.
- “De los once hermanos, todos somos apicultores. Y mis hijos, los cinco, tienen colmenas”.
- “En esta comarca las mujeres no mandaban nada. Aguantaban. Y si el marido llegaba borracho y las pegaba, callaban”.
- “He visto a mujeres que llegaban a mi casa llorando y cómo una mujer se metía en una alcantarilla para que su marido no la pegara”.
- “Mi marido y yo empezamos nuestra vida juntos de prestado. Tuvimos que pedir un préstamo para pagar las colmenas de las que íbamos a vivir”.
Ver. Las Hurdes, tierra de mujeres. Páginas 196 – 209. Publicado por la asociación cultural AlmaHurdes.