
En la vida de Esperanza Martín Martín (27 de enero de 1955) surgió una casualidad: “De tanto ir a comprar pan, me enamoré del panadero”. Su osadía juvenil la llevó a enviar al pretendido un recado a través de una sobrina: “Dile que tiene los ojos muy bonitos”. De aquel requiebro surgieron cuatro hijos y cuatro nietos que ahora la embelesan.
Ella asegura que cada persona tiene un nombre que la identifica y que llamarse Esperanza no es fruto de la casualidad. Guarda la memoria de las personas a las que cuidó para animar a las que vinieron después. Conoció la pobreza. Luego, a partir de aquel momento crucial, la vida le deparó experiencias más afortunadas. De hecho, nunca renunció al esfuerzo, aunque la artrosis pretenda doblegarla. Ha llorado, pero transmite serenidad y alegría. Dice que los dolores no se ven.
De su vida recuerda:
- “La cama de mi padre fue durante mucho tiempo el aparejo del burro”.
- “Mi padre le tuvo que pedir a un señor que le prestara el traje de boda”.
- “Con 12 o 13 años, mientras lavaba en el río, lloraba del frío que hacía”.
- “Me gustaban los azarones, que tenían un sabor ácido, y los brotes nuevos de las zarzas. Eran nuestras chuches”.
- “No tuve juventud. Nunca fui al baile ni a una discoteca. Pasé de ser una niña a estar casada”.
- “Me acuerdo de cuando nos asomábamos por la rendija de la puerta de la vecina para ver la televisión”.
- “Atendiendo a los niños y a mi suegro enfermo no había manera de dormir, me dolían las piernas y, a veces, me dormía prácticamente de pie”.
- “Yo me he tragado un día entero al sol o con un viento que echaba la arena encima, para vender un tarro de miel. ¡Uno!”.
- “A partir de los 15 años de casada empecé a vivir un poco”.
- “El peor día de mi vida fue cuando murió mi madre. A partir de ahí la vida ya no es igual”.
- “Se llevaron a mi hijo con la cabeza partida al hospital, pero no pude ir: tenía una hija recién nacida y los abuelos estaban a mi cargo. Fue horrible”.
Ver Las Hurdes, tierra de mujeres. Páginas 70 a 85. Publicado por la asociación cultural AlmaHurdes.