
Los lagares también fueron espacios para el esfuerzo y el esparcimiento. De las primeras prensas, las de pisón, primitivas y rudimentarias, se pasó a otras en las que el agua impulsaba los cangilones de la noria. La inquietud por la cosecha, daba paso a la celebración de las buenas añadas y, en cualquier caso, al disfrute de pequeños y mayores en torno al molino untando un trozo de pan en el aceite virgen. A comienzos del siglo XX lo que había sido un elemento central del abastecimiento y el consumo casero se desplazó a almazaras ajena la comarca.
Quedan, no obstante, molinos convertidos en museos o centros de interpretación que permiten reconocer el denuedo de los lagareros y apreciar unas construcciones industriales con un alto valor arquitectónico y también sentimental.
Francisco Barbero. Zacarías, un arriero en Las Hurdes (Catálogo AlmaHurdes 2022). Páginas 70 – 73