Álvaro Valverde 2

Alvaro Valverde es un poeta de lugares, de los espacios que recuerda y recrea, que observa e imagina, donde encuentra los sentimientos y las verdades más profundas. Su paso por Las Hurdes –una experiencia que duró siete años en el Centro de Profesores y Recursos– le ofreció la posibilidad de descubrir y describir un territorio no solo geográfico sino también emocional. Es el terreno que pisa la obra poética del escritor placentino.

Su mirada perdura y anima al hurdano y al visitante a adentrarse en las profundidades de un lugar que conmueve.

 

He llegado. Me acerco
con cautela a la orilla y distingo en las aguas
una suerte de antigua y fugaz transparencia.
Queda al lado un desierto, un lugar retirado
que una puerta franquea preservando el destino
de los hombres que huyen. Una breve vereda
que coronan cipreses nos conduce a la senda
reiterada, a los pasos
que se llegan a Yuste ‑el otoño dorado
de la hiedra rojiza y el estanque en penumbra‑,
al jardín de Abadía ‑ruinas, mármol, canales,
Lope, acantos y olivos‑.
Es difícil saber
sobre qué edificamos
la virtud. Qué lugares
‑evocados o vistos‑ nos contienen.
Paredes,
tapias, huertos, bancales,
muros hechos de piedras
colocadas siguiendo cumplimientos idénticos.
Minuciosos remiten
a un estado de cosas que se pierde.
Enseñanzas
de la edad sometidas
a un complejo sistema en precario equilibrio.
Su presencia anticipa la verdad de la historia.

 

La casualidad le llevó a disfrutar unos días en Pinofranqueado con un familiar. Su entonces novia, que pasó algún tiempo en el Cotolengo, le hablaba del cielo de la comarca. Así surgió El reino oscuro, un libro de poemas que evoca la memoria de aquellos días. A él corresponde este poema:



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