No fue un amor a primera vista. Alvaro recuerda que, siendo niño, algunos días, su padre solía proponer una excursión desde Plasencia a Cambroncino, para disgusto de los niños, que temían aquellas carreteras llenas de curvas y en mal estado. Luego, mientras estudiaba Magisterio, observó que en aquellos años a los nuevos maestros Las Hurdes les parecía el peor de los destinos posibles.
La casualidad le llevó a disfrutar unos días en Pinofranqueado con un familiar. Su entonces novia, que pasó algún tiempo en el Cotolengo, le hablaba del cielo de la comarca. Así surgió El reino oscuro, un libro de poemas que evoca la memoria de aquellos días. A él corresponde este poema:
He temido el encuentro. Sí, supuse probado
que esa ignota comarca encerraba secretos
que eran míos de antiguo.
Que su mito era fruto de una aciaga mentira.
Sus leyendas tejieron una red de emboscadas.
Cuando apenas conozco, hago mías las huellas
de esos pasos que ahora
asimila la sombra.
Cada casa o iglesia, cada muro o sendero,
participan del tránsito.
Suspendidos proponen su ficción de promesas.
Junto al río, sentado, al pasar de la noche,
he entendido lo inútil de ofrecerles batalla.
Paralelos discurren dos viajes. A un tiempo,
retrocedo y avanzo. Peregrino a las fuentes
y aun así permanezco.
Voy de paso. ¿Hacia dónde?
¿Qué remoto espejismo me depara el presente?
¿Por qué yendo, regreso? Trazo círculos, lanzo
piedras planas al agua. En sus ondas intento
apresar el que sea, para mí, convincente.
Con paciencia, persisto. Fijo el pulso. Procedo.
Son ensayos fallidos. Darán cuenta algún día
de la vida de un hombre: solo, ajeno, consigo.
El destino llevó a Álvaro Valverde a trabajar en el Centro de Profesores y Recursos de Cambroncino y, también, en la vecina localidad de Torrecilla de los Ángeles, durante siete años.